María, una espada atravesará tu alma

Por: Temas Mensuales 2

11 / Mar / 2013

María ante la pasión de Cristo

 

“Éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel,   y para signo de contradicción   ¡y a tu misma alma la traspasará una espada!”      (Lc 2, 34-35)

 

Simeón dijo estas palabras a María al presentar a Jesús en el templo. Este anciano, movido por el Espíritu Santo, predijo el sufrimiento en toda la vida de María. Este dolor alcanzará su culminación en la pasión de Cristo, que se convierte también en pasión suya. María sabiendo que el dolor marcaría su alma, lleva con amor hasta el final el “sí” que dio a Dios, porque el amor verdadero no es sentimiento ni emoción, sino entrega, y donde hay entrega también hay dolor.

María ofrece a su Hijo como víctima para el perdón de todos nuestros pecados. María no dejó de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios. Por eso, la Iglesia admira y venera la fe pura de María (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 149).

San Juan narra que "estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena” (Jn 19, 25). Con estas palabras, san Juan quiere mostrarnos que María y las mujeres que la acompañaban vivieron su dolor con admirable fortaleza. Estaban ahí de pie, firmes en medio de tan grande dolor.

Durante todo el día María había visto cómo juzgaban a su hijo sin razón, cómo lo golpeaban y flagelaban. Al pie de la cruz, María está erguida, pero con el dolor quebrantado de dolor. Su sufrimiento en aquella hora nunca lo podremos comprender. Ella acompaña a Jesús hasta el final. Al pie de la cruz, ¡qué difícil es la fe! ¡Qué duro es ver a Jesús, su hijo, verdadero Dios, crucificado por la maldad de los hombres!

También es grande el dolor que siente ahora al vernos a nosotros, sus hijos, cuando algo malo nos pasa. El Santo Padre Juan Pablo II, dijo en su visita pastoral al Santuario de Nuestra Señora de las Lágrimas en Siracusa que las lágrimas de la María son:

Lágrimas de dolor: por cuantos rechazan el amor de Dios y por la humanidad oprimida y rota.

Lágrimas de oración: de la Madre que eleva su oración suplicante por los que no rezan, por los que están obstinados y cerrados para no escuchar a Dios.

Lágrimas de esperanza: que desean ablandar los corazones endurecidos, alcanzado arrepentimiento, llanto de conversión en todos aquellos que no han llorado por sus pecados.

En la anunciación, el ángel Gabriel le dice a María que se alegre porque

será la madre del Salvador. Y ni siquiera en el momento del dolor desaparece

del todo esa alegría, porque María sabe que Cristo está ahí por el amor que nos tiene, por la salvación de las almas.

“Sólo la alegría que se mantiene firme ante el dolor y es más fuerte que el dolor, es la verdadera alegría”   María, Iglesia naciente. Joseph Ratzinger.

Aprendamos como María a poner nuestro sufrimiento en las manos de Dios para aceptarlo, ofrecerlo y alcanzar la verdadera alegría.

 

¿He ofrecido a Dios o a la Santísima Virgen las dificultades y dolores de mi vida por los pecadores o alguna intención especial,  como ella nos enseñó?

¿Acompaño a Cristo en la Cruz como María?

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