El Primer Sagrario
Por: Lorena Chávez
25 / Feb / 2012
Durante años algunos investigadores, sobre todo cristianos, se han lanzado a la imperiosa búsqueda del primer Sagrario existente en la tierra.
Hoy tras una fatigosa labor se ha llevado a cabo el más desconcertante de los descubrimientos: sabemos cómo fue ese primer sagrario y dónde está.
Actualmente sabemos que es originario de Nazareth, y data de más de 2000 años, fue creado con una única finalidad: llevar en su interior a Jesucristo, verdadero de Dios y verdadero hombre; y, para que durante el tiempo que fuera necesario, lo cuidara, lo protegiera, pero sobre todo, para que desde entonces hasta nuestros días llevara y diera a conocer a Cristo a todos los hombres.
Es muy sencillo y humilde en su exterior; pero a la vez cálido y acogedor… ¡seguro que Dios se complació de haber estado ahí! Aunque es pequeño, su grandeza está en lo que contiene en su interior. Nunca fue objeto de sacrilegio, desde siempre ha llevado sólo y exclusivamente a Dios, Nuestro Señor.
Ese Sagrario ha sido, a lo largo de la historia, inspiración para pintores, escultores y escritores. También la Iglesia le ha dedicado diversas fiestas y conmemoraciones para venerarlo; e inclusive algunos Papas lo han recordado en encíclicas y en algunas de sus homilías.
Es curioso pero pocas personas notan que este Sagrario tan especial los acompaña siempre y no sólo eso, sino que además lo pueden visitar frecuentemente para pedirle que interceda por ellos ante Dios y les conceda así las gracias que más necesiten.
Lamentablemente ese Sagrario no es un objeto físico que está expuesto en un museo o catedral; y aunque hay personas han tenido el gusto de verlo personalmente en apariciones, la mayoría han visto sólo representaciones que les recuerdan y hablan de su existencia, pues aunque no existe físicamente es real.
Y es que ese primer Sagrario fue la Madre de Nuestro Señor Jesucristo: la Virgen María. Y ella no fue su Sagrario a partir del momento de la Encarnación, sino que desde antes lo había sido, pues María vivía en un continuo diálogo de amor con Dios y fue esto lo que le preparó y le dispuso a decir al Ángel, sin titubeos y desde el corazón: << He aquí la esclava del Señor >>.
María sigue siendo hasta nuestros días ese Sagrario en el cual habita Dios y a través del cual Él ha querido llegar a toda la humanidad.