La Eucaristía como lo sabemos es el alimento de nuestra alma. Por experiencia sabemos que nos da nuevas fuerzas, nos llena de la  gracia inmerecida y gratuita de Dios y nos ayuda a cumplir nuestros deberes diarios.
Pero no es solo un alimento a nivel individual, pues de igual manera la Eucaristía es una ayuda para fortalecer también la unión matrimonial y familiar.

Cristo se entregó totalmente por nosotros en la Eucaristía.  “En el don Eucarístico, los esposos descubren y hacen suyo el amor esponsal de Cristo” (Cfr. Documentos de la Asamblea Plenaria, Conferencia Episcopal Española). Así, la participación en la Celebración Eucarística es la mejor escuela y el alimento del amor conyugal. Con Cristo al centro el matrimonio deja de ser algo simplemente de dos, se convierte en “algo de tres”, siendo así más ligero y llevadero, especialmente si es Él el protagonista.   

Por otro lado, la Eucaristía es también el culmen de la comunión familiar. Ir juntos a Misa el domingo y el hecho de que sus miembros comulguen, estrecha y fortalece cada vez más los lazos de la unidad. La escucha de la palabra de Dios cada domingo muestra también las pautas de comportamiento para que en la familia se viva con esa paz, alegría, armonía que Dios nos quiere dar.

Acerquémonos así con mayor alegría y confianza a la Eucaristía sabiendo que Cristo nos dará la ayuda para construir matrimonios y familias unidas y fuertes.