Fiesta de Corpus Christi
30 / May / 2013
HISTORIA DE LA FIESTA DE CORPUS
A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico que dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillòn (1193-1258) fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. Desde joven tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber sido intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.
Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces Obispo de Lieja, también al doctor Dominico Hugh, más tarde cardenal llegado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en este tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
El Obispo Roberto se impresionó y ordenó que la fiesta se celebrara por primera vez en 1247 el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un sacerdote alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.
En 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: Un sacerdote de Bohemia, Pedro de Prada, buscando una audiencia con el Papa Urbano IV quien se encontraba por el verano en Orvieto junto con sus cardenales y numerosos teólogos entre ellos Santo Tomás de Aquino. De regreso se detuvo en Bolsena, Italia y mientras celebraba la Santa Misa en la Iglesia de Santa Cristina, tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real, de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Al momento de partir la sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. Todos los presentes también presenciaron el milagro y estaban estupefactos.
Al terminar la ceremonia decidieron llevarle los corporales al Obispo a Orvieto. Desde entonces en este lugar se pueden observar los corporales manchados de sangre.
El Papa y Santo Tomás de Aquino verifican el milagro. El Papa una vez realizados otros estudios promulga la autenticidad y decidió que el Santísimo Cuerpo del Señor fuese adorado a través de una fiesta particular y exclusiva, así que decidió extender la fiesta del Corpus Domini, hasta esa fecha solo fiesta en la Diócesis de Lieja, a toda la Iglesia Universal en 1264.
¿CÓMO PUEDO CELEBRARLA Y PARTICIPAR DE ELLA?
La fiesta del Corpus Christi nos sirve para fijarnos en el significado y el valor de la Eucaristía. Es un día para preguntarnos por el significado que tiene realmente la Eucaristía para mí. Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente entre nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene… ¿Lo aprovecho?
Qué importante en nuestras vidas adorar al Santísimo, a nuestro Señor Jesucristo. Al arrodillarnos, todos nos ponemos al mismo nivel: "Estar en un silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento, es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que se acompaña en modo complementario con la celebración de la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, y acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden separar, van juntos". (Benedicto XVI en su homilía de Corpus Christi 2012)
El Papa señalaba que para comunicarse verdaderamente con otra persona hay que conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, plenos de respeto y veneración, de manera que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. De manera similar nuestra adoración al Señor nos lleva a contemplarle en silencio y mirarle con amor.
Nuestra comunión sacramental ha de estar preparada por el coloquio de la oración, por nuestra contemplación en la adoración. De ese modo será más fructífera.
Pensemos si dedicamos unos momentos de nuestro día para estar, escuchar y mirar a nuestro Señor…