Vive una muy buena Cuaresma

Por: Revista LeCristo, Autores varios

17 / Feb / 2015

Comenzamos el tiempo de Cuaresma y con él la preparación interior para el gran acontecimiento de nuestra fe: la Pascua liberadora de Jesús, el paso a la Vida y el llamado a seguir su camino.

En el lenguaje bíblico la conversión significa la vuelta al camino de Dios. La misma palabra, utilizada en algunos textos bíblicos, se traduce como «giro conmocionado».

Muchas expresiones nos hablan de «darse vuelta» y «des-andar» el camino para encontrar el que Dios nos invita a recorrer y no el que a nosotros recorremos «construyendo» nuestras propias imáganes de Dios.

Porque de esto se trata el gran desafío de la conversión. Volver al Dios verdadero, al que él nos revela en la Biblia y en la vida de Jesús.

En el camino de fe todos revivimos los pasos del pueblo israelita en el desierto. Lentamente vamos conformando nuestro propio becerro de oro, nuestra imagen de Dios. Por esto son tan necesarios los espacios de conversión y vuelta a empezar. Porque en las cosas de Dios todos somos simples aprendices que necesitamos decirle al Maestro: «enséñanos nuevamente» para descubrir su rostro.

Conocer a Dios es vivir según sus enseñanzas:

Nuestra cultura occidental privilegia el acceso al conocimiento desde un punto de vista intelectual.

Sabio es el que ha estudiado mucho, el que tiene «títulos», el que puede explicar muchas cosas.

En la mentalidad bíblica, y en la propuesta que Dios nos invita (y que descubrimos en su Palabra), el conocimiento está ligado a la experiencia y a la vida.

Sabio es el que ha vivido y experimentado mucho, el que sabe vivir. Hay toda una colección de libros bíblicos que desarrollan estas intuiciones (los libros sapienciales).

También encontramos en algunos textos de los profetas algunas enseñanzas muy claras sobre qué significa «conocer a Dios» según su Palabra.

Para este tiempo de Cuaresma puede ser fecundo escuchar que nos dice el mismo Dios sobre conocerlo.

«Así dice Yavé: «Que no se alabe el sabio por su sabiduría, ni el valiente por su valentía, ni el rico por su riqueza.

Quien quiera alabarse, que busque su alabanza en esto: Es tener inteligencia y conocerme. Yo soy Yavé, el que tiene compasión, el que hace justicia en la tierra y que la gobierna conforme al derecho. Estas son las cosas que me gustan, -palabra de Yavé.»

Jer. 9, 22-23

«Ya te he dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: Tan sólo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humildemente con tu Dios.»

Miq. 6, 8

• ¿Qué encuentras en común en los textos?

• ¿Qué es lo que importa para Dios?

• ¿Qué significa «conocerlo», es decir «tener experiencia» de Dios?

• ¿Conocés personas cuya «experiencia de Dios» sintonice con estas palabras? ¿Quiénes, por qué, cómo viven o han vivido, cuáles fueron sus opciones?

• ¿Qué aprendes para tu vida?

La invitación de Juan
resuena en nuestros días

Al comenzar su predicación, Juan el Bautista centró su mensaje en un vibrante anuncio de la necesidad de conversión. Siguiendo la línea profética de Isaías, llamó a un cambio radical de vida (no sólo de mentalidad, observar en los ejemplos que pondrá en Lc. 3, 10ss. no hablan de «ideas» sino de «actitudes» y gestos concretos).

«Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos»

Lc. 3, 4

Para encontrar al Dios de la Vida hace falta reconocer que nuestros caminos no coinciden con los suyos. Es necesario revisar la vida y descubrir las decisiones, las opciones, las actitudes en las cuales mostramos que no conocemos al Dios de la Palabra (el que se presentó en los textos de más arriba). Discernir que debemos hacer cambios en nuestra manera de vivir. Y aquí viene lo importante. El mensaje de Juan (que anticipa y prepara el de Jesús) es un cambio de modo de vida, no un cambio en la manera de pensar. Porque todos sabemos que cambiar de ideas no significa que cambien nuestras acciones. Las palabras de Dios, en la boca de Juan, llegan hasta lo más profundo (la carta a los Hebreos nos dirá con hermosas palabras, «la Palabra de Dios es como un cuchillo de doble filo que llega hasta los huesos» Heb. 4, 12-13), nos presentan un espejo donde mirar cómo vivimos, cómo nos relacionamos con los demás, y decidirnos a cambiar, de raíz.

Por eso cuando la gente escuchaba su mensaje le pedían precisiones, ayudas para vivirlo, y Juan, que hablaba con el poder del Espíritu, los invitaba a «convertirse» al Dios que es compasivo, bondadoso y rico en misericordia (Ex. 34, 6). Y para esto hace falta cambiar la manera de vivir:

«La gente le preguntaba: ¿Qué debemos hacer? El les contestaba: El que tenga dos capas dé una al que no tiene, y quien tenga qué comer haga lo mismo. Vinieron los cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: ¿qué tenemos qué hacer? Respondió Juan: No cobren más de lo debido. Y a su vez unos soldados le preguntaron: Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Juna les contestó: No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y contentense con lo que les pagan».

Lc. 3, 10-14

Observar:

• La pregunta es «¿qué debemos hacer?». La conversión es un hecho de vida no una convicción de la mente.

• Juan contesta a cada uno teniendo en cuenta su «lugar vital», su medio de vida, sus posibilidades, porque es en lo cotidiano, y en el trato con los demás donde se revela nuestro compromiso con el Dios de la Vida.

Para reflexionar:

• ¿Qué experiencia de Dios tengo? ¿Lo conozco como él quiere revelarse o como a mí me gustaría que sea?

• ¿Qué espera Dios de mí en esta cuaresma? ¿Qué puedo ofrecer para vivir la conversión a la que me llama?

• En mi vida cotidiana, en mi lugar vital, ¿qué me sugeriría hacer Juan para vivir este cambio?

 

Fuente: Revista LeCristo

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