¿No estoy aquí que soy tu Madre? parte I

Por: Card. Norberto Rivera

23 / Feb / 2012

Guadalupe¡Gracias por la desconfianza de mi venerado antecesor Zumárraga, que te brindó ocasión de darnos tus flores y tu imagen, y gracias por la confianza férrea que me concedes hoy a mí, su sucesor, para poder compartirla con todos mis hermanos!;

¡Gracias por esas flores que hiciste brotar en nuestro suelo, helado y árido entonces, que tan elocuentes fueron para nuestros padres indios!;

¡Gracias por el primer milagro con que Tú, Salud de los enfermos, favoreciste a Juan Bernardino y sigues favoreciendo a todos los enfermos y afligidos; gracias por tu nombre de Guadalupe, con el que le pediste que te invocáramos, pues con él los hermanaste con nuestros padres españoles, que así te invocaban siglos hacía en tu santuario de los montes de su Extremadura!;

¡Gracias por haber inspirado a tu hijo Valeriano el legarnos el bellísimo relato de tu venida a nuestro suelo, tan exquisito y profundo que apenas ahora empezamos a comprenderlo!;

¡Gracias por todas las menciones que tus hijos, nuestros padres indios, dejaron en sus códices; gracias por las dudas, titubeos y aun choques que consignaron nuestros padres españoles!;

!Gracias por todos los escritos que inspiraste durante todo el tiempo que formamos parte política de la España; gracias por las investigaciones que se efectuaron respecto a tu presencia; gracias por los siglos que nos has permitido rendirte nuestro amor en tu "casita sagrada" del Tepeyac!;

¡Gracias por las dudas que, siglos después, permitiste surgieran de tu llegada a nosotros, que nos permitieron corroborar aun más firmemente la verdad histórica de ese don de tu amor; gracias por las intrigas en torno a tu Coronación, hace un siglo, que hicieron que Roma te estudiara y proclamara oficialmente su aprobación!;

!Gracias por haber inspirado y ayudado a mi amado antecesor, el Cardenal Corripio, a incoar la Causa para examinar y probar la realidad, la Santidad y el amor con que nosotros, tu Pueblo, hemos siempre venerado a Juan Diego, "tu embajador, muy digno de confianza"!;

¡Gracias por la profesión de amor y de fe que han hecho mis hermanos Obispos a nombre de todo el Pueblo Mexicano y en unión con Juan Pablo II quien devota y continuamente te invoca y te venera!;

¡Gracias por el escrupuloso cuidado que puso Roma en investigarlo; gracias por los obstáculos y objeciones que la responsabilidad de nuestros hermanos quiso aportar; gracias por la luz con que pudieron ser resueltos!;

¡Gracias por las incontables horas de trabajo en el proceso; gracias por los miles de actas en que se consignó la deposición de todos los que intervinieron, tanto en pro como en contra; gracias por las montañas de libros y documentos que pudieron revisarse; gracias por los oficiales de la Congregación de los Santos que tanto cuidaron, examinaron, objetaron y exigieron; gracias por los Consultores Historiadores y Teólogos, que tantas horas gastaron en revisar todo lo actuado; gracias por la Comisión de Cardenales que dio su aprobación final; gracias por la aceptación de tu hijo Juan Pablo, que nos honró viniendo en persona a publicarla; gracias por el privilegio que nos otorgó de no sólo declararlo Beato, sino de aceptar y endosar la veneración que siempre le tuvimos...!

¡Gracias por tantos nuevos y asombrosos conocimientos que nos has otorgado descubrir! ¡Gracias por la libertad que nos otorgas a tus hijos para creer y para no creer en tu Aparición; gracias por la honestidad de los que no creen, y gracias por tu generosidad en concedernos creer a todos los que te invocamos con tu nombre dulcísimo de Guadalupe!

¡Gracias por los trabajos de construcción y mantenimiento de tu nuevo Santuario que por tantos años ha querido encabezar el Señor Abad de la Basílica y gracias por su disponibilidad y obediencia que le ha ofrecido al Obispo a quien Tú encomendaste la custodia de tu imagen!;

¡Gracias por las reacciones tan maravillosas de fe que han tenido tus hijos y también aquellos que sin compartir nuestra fe tienen profundo respeto a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestra identidad. Pero también gracias porque estos acontecimientos han desenmascarado a aquellos que quisieran vernos divididos, sin fe y sin esperanza, sin símbolos patrios y en camino de absorción por otras culturas y otros poderes!;

Permite, pues, que mi corazón en amarte eternamente se ocupe, y mi lengua en alabarte, ¡Madre mía de Guadalupe! ¡Dueña mía, Señora, Reina, Dueña de mi corazón, mi Virgencita! haz que nunca angustie yo con duda alguna tu rostro, tu corazón; que con todo gusto vaya siempre a poner por obra tu aliento, tu palabra, que de ninguna manera lo deje jamás de hacer ni estime por molesto el camino" (.- V. 63.), que sea siempre un fiel custodio de tu templo y de tu Imagen; que sea "tu querer, tu voluntad" que podamos ver pronto canonizado a tu "xocoyotito, al más pequeño de tus hijos" Juan Diego; que mi pobre vida, mi obra, y -si "por ventura llegara a ser digno, ser merecedor" (.- Ibidem, v. 9.) de testimonio tan excelso- también mi sangre, sean una proclamación del rendido amor y fe que te profesamos y profesaremos siempre "los más pequeños de tus hijos", tus hijos mexicanos.

+ NORBERTO RIVERA C.
ARZOBISPO PRIMADO DE MÉXICO

México - Tenochtitlan, Domingo 2 de junio de 1996, Solemnidad de la Santísima Trinidad.

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