Servir con ternura
Por: P. Alberto Linero
27 / Mar / 2013
Estoy ahora navegando el río Nilo. Viajo desde Asuán hasta Luxor, deteniéndome en los distintos templos del politeísmo grecorromano. Vamos peregrinando, como el pueblo de Dios en Egipto –no haciendo el mismo recorrido, pero teniendo el mismo sentido espiritual– buscando la ciudad santa de Jerusalén. En estos espacios ha habido momentos para pensar con detenimiento las palabras que nos ha dicho el Papa Francisco. Las he vuelto a leer y trato de comprenderlas para asimilarlas para mi vida.
Se nos ha olvidado servir. Nos hemos metido tanto en la dinámica de la producción que no contemplamos la posibilidad de ayudar a otro sin recibir algo material a cambio. Nuestras relaciones interpersonales parecen estar sometidas a la cotización del dólar o al precio del petróleo. Dime, ¿cuánto me pagas por esto que puedo hacer por ti? Tanto así que si alguien hace las cosas gratis se sospecha de él, algo quiere.
Los primeros discursos del Papa Francisco me han vuelto a hacer comprender lo que el Evangelio me enseña una y otra vez: el verdadero poder es el servicio. Nadie tiene verdadero poder sino aquel que le sirve a aquellos que están a su alrededor. Así nos lo ha dicho una y otra vez. El servicio hace que el otro te ame, te valore, sepa quién eres y de esa manera te abra su corazón. Ese es el verdadero poder, el influir en el otro no porque me tiene miedo, no porque lo amenazo, sino porque libremente ha decidido dejarse influenciar por mí. Que la satisfacción al servir no sea otra que la sonrisa de aquel que te necesitó, que no te mueva nada distinto a ser solidario al colaborar con el que requiere de tus dones. Cuando actúas así no sufrirás si la persona a la que le prestaste tu servicio no es agradecida porque tú ni eso esperabas de ella.
Otra afirmación del Papa Francisco que me ha hecho reflexionar mucho es la de ser custodio de los regalos que Dios nos ha dado. En su reflexión sobre la figura de José, el papá putativo de Jesús y esposo de María, como custodio de los regalos de Dios. ¿Cuáles son los dones que te ha dado Dios?, ¿tu vida, tu esposa, tus hijos, tus amigos, la creación?, ¿qué estás haciendo para cuidarlos? Muchas veces, por la rutina, por la costumbre, no valoramos estas manifestaciones de amor de Dios y las descuidamos totalmente. No hay palabras de cariño, no hay manifestaciones de afecto, detalles, ni ese cuidado que se le tiene a lo que sabemos es un tesoro. Así como José los cuidó, así tenemos que ser custodios de nuestros tesoros.
La ternura no es una característica de la debilidad. Nos han convencido de que los tiernos son débiles, y no es cierto. La ternura, la bondad, la mansedumbre lo que muestra es qué hay en el corazón. El tierno no es débil sino que es alguien que entiende que amar se tiene que manifestar en acciones concretas y que a todos nos gusta sentir el cariño de aquellos que dicen amarnos. Expresa lo que sientes. Manifiesta con detalles que amas a los tuyos. Hazles sentir a los otros que se les puede tratar bien para que se sientan bien. La fortaleza de los tiernos es mucho mayor que la de aquellos inseguros que tienen que asumir posiciones hostiles para aparecer fuertes cuando son verdaderamente débiles.
Tenemos que recuperar el servicio, el cuidar lo valioso que tenemos y la ternura. No podemos seguir viviendo la vida desde la superficialidad del materialismo, de la opulencia del que se cree dueño de todo y de la hostilidad. Tenemos que volver a sentir el valor de los otros y no tener miedo de amar con total libertad.
Sigo en mi viaje, pensando en tantas palabras que salen de la boca de este hombre sencillo que Dios nos ha regalado como Papa: Francisco.
Padre Alberto Linero